Distintas formas de mirar el agua es un libro que busca retratar el severo trauma de un colectivo entero. Expondremos brevemente un resumen de su historia y la historia de su autor.
Julio Llamazares, el recuerdo sumergido
Julio Llamazares ha dicho en varias ocasiones que Distintas formas de mirar el agua fue un libro que se le atravesó en el camino como un ciervo que salta de repente en la carretera. Era un escrito que se encontraba en su destino, aún llegando a la tardía edad de 60 años y siendo publicado en 2015.
No podía ser de otra manera. Llamazares nació precisamente en el pueblo al que hace mención su novela, Vegamián, y pudo contemplar con nueve años su inmersión definitiva en el embalse artificial del Porma. Si bien la niñez nos resulta inaccesible a todos, para Llamazares es algo literal: su primer escenario infantil desapareció físicamente para nunca más volver, incluso en el mapa, dejando sólo aguas y pantano.
En la siguiente entrevista, Llamazares describe vívidamente su proceso de escritura y sus vivencias.
Distintas formas de mirar el agua, la promesa del regreso
La novela que nos ocupa acoge plenamente este hecho traumático generado por el franquismo en 1968, en forma de un retorno odiseico o edénico al entorno dorado irrecuperable. Una familia vuelve al sitio donde se encontraba la localidad, hoy hecho lago pantanoso, para liberar las cenizas de su abuelo Domingo, que manifestó antes de morir su voluntad de volver a su natal Vegamián aún en restos polvorientos.
La ocasión ofrece la oportunidad para que dieciséis miembros de la familia miren el agua oscura de forma diversa, como indica el título. Unos lo hacen con algo de tedio generacional, otros con resignación ante el poder hidráulico del régimen pasado y otros tantos con incluso admiración ante el paisaje desencadenado. Pero todos se sienten recorridos por el carácter ominoso de un pueblo desaparecido.
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